Transcurría mi vida en la pasividad del día a día, con los
sobresaltos propios del trabajo y mi interior en ebullición debatiéndome en la
urgencia de los 40 años que muy a pesar
de su pronta llegada me sentía aún más joven, tratando de decidir cómo
afrontarlos.
Con mis pensamientos cada vez más intensos, en un matrimonio
en pleno conflicto, tratando de salvar esos 13 años de amor y supuesto
entendimiento. Volviendo a escribir y exigiendo libertad.
Y como pasa cuando se está buscando el cambio, cambié mi
look, corte mi pelo lo teñí de rubio platinado, gran cambio el mío que hasta
ese momento lo llevaba castaño oscuro. Lo peinaba con grandes rulos, quite 10
kilos de más y como cada inicio de primavera tosté mi piel bajo el sol de esta
árida ciudad.
Una mañana amanecí más brillante que el sol, con mas bríos
que un potro salvaje, vestí una camisa blanca sutilmente transparente, debajo
un corpiño de un absoluto encaje blanco, pollera a la rodilla de broderie
blanco, zapatos stilletos muy altos, maquillé mis labios color carmesí y
enmarque mi mirada con un suave delineado negro, como accesorios un collar dorado
el cual resaltaba aún más el escote.
Camine el recorrido que me lleva hasta la oficina,
absorbiendo el fresco aire de la mañana, la cual indicaba sería una tarde de
intenso calor.
En el transcurso de la mañana el gerente me informa que
debería participar de una reunión con dos personas de una refinería y
metalúrgica, de Buenos Aires ellos, pero
dueños de negocios de nuestra ciudad petrolera, con quienes podríamos hacer alianzas
estratégicas.
Me hago presente en el sitio de la reunión tres hombres
aguardando mi llegada, entre ellos mi jefe, todo transcurre normal, presentaciones de empresas,
productos, una reunión mas, solo uno de
los participantes, muy joven él, miro y observo con detalle cada uno de mis
gestos, el ir y venir de mis labios, sus ojos en mi amplio escote, aunque esto
también ocurre en más de una reunión de las que participo. Nos despedimos con
el compromiso de enviar cierta información para lo cual intercambiamos tarjetas
personales.
Al día siguiente me sorprende el llamado de Matias, uno de
los participantes de la reunión, el poseedor de los ojos en mi escote, dueño de una refinería, 29 años, estatura
normal un metro setenta quizá, cabello claro, blanco, una amplia sonrisa la
cual deja al descubierto blancos y prolijos dientes. Me solicito que le enviara
algunos datos por correo electrónico.
Información enviada, confirmación de recepción de parte de
los interesados, tema terminado.
Aunque lo que yo creí ser tema terminado, para Matias no lo
era, o si, pero le interesaban otros temas. Recibo un nuevo llamado aunque esta
vez se anticipó y me expresó que no tenía nada que ver con tema laboral. Solo
que necesitaba decirme que estaba totalmente perturbado desde el día que me vio
no ha podido dejar de pensar en mí,
imaginar mi sonrisa de labios carnosos, mi sugerente camisa y amplio
escote. Luego se disculpó y me pregunto si estaba molesta, a lo que respondí
que no. Muy al contrario le agradecí y me despedí enviándole un beso de esta
boca de labios pulposos.
A partir de esa noche durante muchas noches mas y otros
tantos días, nos comunicamos a través de mensajes, escasas llamadas que solo
eran con la finalidad de que el apagara su fuego al escuchar mi voz.
Nos enviamos fotos, nos decíamos lo que deseábamos hacernos
uno al otro, viví un mundo de fantasías impregnado de deseo y así escape de las guerras planteadas en casa.
A medida que pasaba el tiempo más nos provocábamos y aún más
deseábamos un encuentro. Es así que surge la posibilidad o para que engañar,
prepare todo para irme una semana a Bs.As. Con el pretexto de hacer un chequeo
de mi salud con hematólogos de allá.
Le avise y si bien yo disponía de un fin de semana libre, él
se ausentaba de Bs.As. Para ir a su ciudad natal a cerrar negocios, me
sorprendió que no optara por quedarse y disfrutar juntos de ese fin de semana
supuestamente tan deseado. Entonces empecé a dudar de que se concretara el
encuentro.
Llegue un día jueves y le avise ni bien me encontré
instalada en el hotel. Quiso saber si yo deseaba anticipar el encuentro, pero
que solo disponía de un par de horas a lo que le respondí que mejor lo dejemos
para su regreso dentro de la próxima semana, yo tampoco disponía de mucho
tiempo ese día, si no seguramente hubiera aceptado. Luego me propuso que fuera
a un sex shop y adquiriera ciertos “juguetitos”. Cosa que me pareció
interesante y la verdad que frecuento un muy bueno y serio.
Una hora después de ese mensaje ya me encontraba en el local
del placer. Busque ansiosa lo solicitado y no voy a negar que uno de sus
pedidos me sorprendió, tuve que llamarlo para saber si se trataba de eso y si
él ya lo había usado, a lo que respondió que hasta el momento nunca y que lo
había visto en internet, que yo lo inspiraba a usarlo.
Jamás hubiera
imaginado que inspiraba tan bajos instintos.
El día domingo recibo un mensaje preguntándome como estaba y
expresando su ansiedad por nuestro encuentro. El martes se volvió a comunicar,
en veinte minutos estaría en la puerta del hotel esperando por mí.
Me bañe, pensé si lo que hacía era adecuado, perfume cada
uno de los lugares de mi cuerpo que imagine él andaría, recorrí la extensión de
mis largas piernas con una crema satinada, las observe tostadas, firmes, sin
marca alguna, no llevarían medias finas, seguramente interrumpirían el paso de
mi fogoso amante, maquille muy suave mis labios y una picara sonrisa se reflejo
en el espejo.
Mi interior estallaba y disfrutaba cada segundo de tan
intenso momento previo a nuestro encuentro, me decidí por una calzón de encaje
negro, soutien sin armazón también de
encaje negro y un vestido muy corto aunque ancho con cierre en el escote, color
violeta, zapatos esta vez no serían altos, solo unas botas texanas bajas.
La melodía de mi celular me devolvió a la supuesta realidad
ya que todo lo que transcurrió ese día fue de otro mundo. La voz de Mati, la
cual dejó al descubierto sus nervios, me avisaba que nuestro tiempo había
llegado.
Tome mi cartera, y la bolsa con los artilugios comprados,
tan solo dos pisos y un pasillo de veinte metros me alejaban de él y su
invitación a la lujuria, de él y su perversión.
No estaba en la recepción como yo esperaba, es que luego me di cuenta que nada sería como yo
esperaba.
Lo vi parado a un lado de la puerta del acompañante de su
auto, un Audi coupe A5 negro vidrios polarizados, él vestía un jean, zapatos y cinto color beige, camisa a cuadros
roja, lo vi lindo, su amplia sonrisa me invitaba a subir, por un instante dude
y detuve mi marcha, dude de mi, de mi cuerpo, de mi edad, de su perfecta
sonrisa que atrapada me tenía.
Entonces pensé un paso, solo un paso más hacia él y esta
pasión desenfrenada, y ese paso di, allí estaba parada a su lado, con mis
grandes rulos rubios, mis largas piernas expuestas un poco más de lo habitual,
y mis gruesos labios estampando un beso en su mejilla, él solo atino a mirarme
desde los pies recorrió poco a poco mi cuerpo, llegó a mis ojos , se mordió parte de su labio inferior, movió su cabeza
hacia los lados, miro fijo mis labios y finalmente dijo “sos hermosa”. Me tomo
por la cintura y guio dentro del auto, cerró la puerta y supe que no habría
forma de volver atrás, que ya no era la misma.
Durante los primeros minutos solo escuchamos la música que
luego supe él eligió para ese momento, recital en vivo de Soda Stereo, año 2007.
Un largo recorrido esperaba, ya que él vive en un barrio privado en Del Viso, y
mientras rodábamos nuestras vidas, nuestros deseos, pasiones, Cerati nos decía
“te llevare hasta el extremo” letra premonitoria. Entonces le dije, haciendo
referencia a la música, ¿es la noche que nos espera? a su amplia sonrisa la
acompaño su mirada picara, levanto una ceja y la dirigió hacia mis piernas.
Entonces respondió “y si, algo parecido,
pero vos serás mi mayor domo”. Nos reímos y la conversación fluyo, nuestras
almas se conocían desde el más allá, no necesitaron presentación, ellas eran
antiguas, en nuestros jóvenes cuerpos, ellas danzaban felices del encuentro,
ellas sabían antes que nosotros de este encuentro, lo deseaban, lo esperaron
siglos. Y allí estaban a punto de unir perversión, deseo, pasión, jugaban con
nuestros cuerpos.
Durante esos casi treinta kilómetros, sentí manejar la
situación, nos provocábamos, comentábamos sobre los mensajes enviados durante
más de seis meses, su alto nivel erótico, las veces que él no pudo incorporarse
del sillón de su oficina por una incipiente erección generada por alguna foto
mía. O la sorpresa al recibir mis mensajes durante algún evento empresarial y
ver su concentración disipada por completo.
La ruta recorrida fue una de las más bellas, esa tarde el
brillo del sol solo iluminó nuestros gestos, es más me atrevo a decir que la
luz que irradiaron nuestras sonrisas opacaron los rayos de aquel sol.
Llegamos a destino, estaciono su nave, descendió y abrió la
puerta de mi lado para que yo descendiera, me ayudo con la bolsa mientras yo
colgué de mi hombro la cartera, eran las seis de la tarde, aun unos niños
jugaban por las calles a la vista de sus madres o niñeras, a nuestro paso uno
de ellos se acerco en busca de la pelota que se deslizaba por las piernas de
Mati, quien con un tierno gesto le acaricio el cabello color maíz, el niño se
sonrió, chocaron sus manos y seguimos nuestro camino. Subimos por ascensor al
segundo piso, abrió la puerta y me invito a pasar luego lo hizo él. Una vez
adentro, tomo mi cartera para colgarla se dirigió hacia el living, un amplio
ambiente confortable, del cual solo nos moveríamos hacia la cocina, en busca de
un fernet o al baño, ya les contare mas
sobre el baño.
Continúa
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